Desde la época de los romanos hasta el siglo XVII, las armaduras de metal se usaron en batalla para dar protección contra golpes y heridas. El desarrollo de la pólvora fue eliminando la mayoría de estas costosas y pesadas protecciones, relegándolas a un uso principalmente ornamental.
Pero durante mil años, las armaduras medievales fueron la base de la protección de batalla de los hombres (y de los elfos, enanos, orcos y demás, por supuesto). Y tenemos dos tipos básicos:
Cota de malla: la cota de anillos entrelazados, de bronce, hierro o acero, que es más versátil en cuanto a movimiento, ya que se adapta al cuerpo con más facilidad y se confecciona en distintas “prendas”, para cubrir diferentes partes del cuerpo: camisas de malla o cotas (para torso y brazos); verdugos, cofias, capuchas o mantos (para la cabeza); y brafoneras, perneras o pantalones (para las piernas, por supuesto). En el tema de armaduras, hay un montón de palabras poco usadas para definir las partes concretas, en nuestro idioma y en otros, que usamos por costumbre, y también hay una infinidad de combinaciones, según las coberturas, si las mangas o el bajo son más cortas o más largas, por ejemplo.
Armadura de placas o coraza: piezas de metal unidas entre sí, directamente o mediante partes de cuero, que cubren el cuerpo por secciones, articuladas en las partes móviles. También tenemos brazales, perneras o grebas, corazas o plaquines, con sus espaldares y, efectivamente, cascos o yelmos, para la cabeza.
Si quieres saber más sobre cómo mantener o quitar el óxido de las armaduras, hemos escrito un artículo en nuestro blog que podría interesarte.
Debajo de estas armaduras, para aumentar su protección (sobre todo de los impactos) y para la comodidad de sus portadores, se llevaban prendas acolchadas, de lino, lana o algodón. El gambesón, por ejemplo, es un “abrigo” acolchado que cubre el torso y puede alargarse bajo la cintura y sobre los brazos. También disponemos de protecciones acolchadas para las piernas, brazos, hombros y cabeza.
En el catálogo hay una sección específica dedicada a las armaduras de mujer, con piezas más pequeñas o entalladas, y diseñadas con las formas femeninas.
El cuero es un material flexible y cálido, de origen animal, obtenido con el curtido de la piel. Las armaduras y complementos se fabrican con la de vacuno, ya que no trabajamos con pieles de animales que se críen por su piel.
Las armaduras de cuero, históricamente tienen un periodo de utilización enorme. Se han usado pieles para calentarse y protegerse, prácticamente toda la existencia de la humanidad. Pero vamos a focalizarnos en la parte medieval y acercarnos hasta el siglo XVII como máximo, con las cueras y las protecciones de los Tercios españoles y los principios de la pólvora.
Fabricamos las armaduras artesanalmente, y se hacen por encargo, con las especificaciones de tamaño y colores de cada cliente. El tiempo que se requiere es de unas 3-4 semanas, incluyendo el envío.
Para la fabricación de armaduras de cuero, las diferentes placas de piel (que suelen ser de 3 a 4 mm de grosor), se cosen a mano con hilo encerado o más habitualmente, se remachan con remaches metálicos. Estas armaduras pueden ser de muchas formas, debido a la flexibilidad del cuero, lo que lo hace ideal para confeccionar armaduras de fantasía.
En nuestro catálogo tenemos armaduras completas, brazales, perneras o grebas, hombreras y cascos. Hay una sección específica dedicada a las armaduras de mujer, diseñadas con líneas femeninas y con una gama de protección variable, según las necesidades de la portadora.
Algunas armaduras se cierran con cordones y otras con hebillas. Sin embargo, dado que se fabrican por encargo con la medida y color que el cliente desea, no hay problema en cambiar el tipo de cierre, adaptándolo a las preferencias, y lo hacemos sin ningún coste. Cualquier adaptación puede ser consultada en nuestro correo o chat de atención al cliente.
La cota de anillas o cota de mallas es un tipo de armadura forjada de anillas, entrelazadas entre sí, que tuvo su apogeo en la edad media (la imagen del caballero del siglo XII, el cruzado, cubierto de cota de malla de la cabeza a los pies es un clásico), pero que se utilizó ampliamente desde tiempos romanos, sustituyendo en muchos casos al cuero o complementándolo.
Su protección es principalmente contra los cortes, ya que impide que el filo cause daños, al chocar contra la estructura de anillas, pero también es eficaz contra el impacto, al distribuir la fuerza entre la red, siempre que vaya provista de un buen acolchado o gambesón. Existen pruebas de que la cota de anillas remachadas aguanta con considerable eficacia también los impactos de flecha, soportando una gran parte de la fuerza penetrante del proyectil, antes de que las anillas se rompan.
Si quieres saber más sobre cómo elegir el tipo de cota que quieres y sus diferencias, hemos escrito un sencillo artículo en nuestro blog, al que puedes acceder desde el enlace de encima.
La armadura de mallas se combina en los siglos XV y XVI con las armaduras de placas, ya sea llevándose debajo de ésta o sólo para proteger las partes que requieren mayor movilidad, como las articulaciones.
Cae en desuso, finalmente, después de cientos de años, cuando las armas de fuego y la pólvora se extienden, ya que no podían detener los proyectiles.
Aún con todo, la cota de mallas ha sido una de las estrellas históricas en cuanto a armadura, debido a su gran flexibilidad y capacidad para adaptarse a la forma de su portador, permitiendo una muy considerable movilidad.
Dentro de nuestro catálogo, se pueden encontrar cotas de malla de acero, que son más baratas y pesadas, y de aluminio remachado, mucho más ligeras, pensadas para las personas que no deseen cargar con todo ese peso pero sí conservar el aspecto y tacto del metal. Es muy demandada por especialistas de combate o para el público femenino.
En batalla, proteger la cabeza es una necesidad básica, ya no sólo para evitar una herida fatal, sino también por paliar las más leves, que dejarían fuera de combate o en franca desventaja, tanto al guerrero medieval como al soldado de los tercios.
Un yelmo no deja de ser un casco de metal, pero hay muchas variedades. Los más sencillos dejan el rostro descubierto, como el “spangenhelm” o yelmo con nasal, la barbuta o el morrión, ya posterior de los conquistadores y los soldados del siglo XVI y XVII. En un término algo superior y mucho más antiguo, podríamos contemplar el yelmo griego corintio, con carrilleras y nasal, que protege gran parte de la cara.
Con cobertura delantera fija podemos recordar los asociados a las órdenes militares y los cruzados, como el “sugar loaf” o el “gran yelmo”, frecuentemente adornados con cruces.
Sin embargo, los más atractivos y complejos son los que llevan visera o celada, una pieza de metal abatible que cubre el rostro, tanto por evitar daños (sobre todo accidentales, más que de ataques directos), como por el impacto psicológico en combate. En esta categoría tenemos algunos clásicos como el sallet o el bacinete (bascinet), en sus muy diversas configuraciones, incluyendo máscaras picudas, con ventana, con agujeros…
En el interior del yelmo, y con la intención de hacerlo más cómodo y efectivo en su tarea de protección de la cabeza, hay un entrelazado de tiras de cuero regulables con hebillas o cordones, que ayudan también a que encaje bien y no se mueva. Aún así, una idea interesante para llevar bajo el yelmo es una crespina acolchada, que no es sino una capucha o gorrito relleno de lino o lana, que hace el conjunto más cómodo y seguro. Esta prenda también se puede sustituir por una de serraje, menos acolchada (y que también da menos calor en la estación cálida).